Durante los años 1940 en algunos pueblos españoles los curas dirigían manifestaciones contra familias de descreídos o herejes y, a golpes de hisopo, querían expulsarlos de la localidad.
Algunos fieros creyentes montaban sus pistolas para pasear a los hombres de aquellas familias. Los que se salvaron fue porque entre los de camisa azul podía haber alguien más comedido que el párroco. Porque cuando los curas salen en manifestación, y esta no es una procesión exclusivamente religiosa, malo.
Aunque sea para defender posiciones políticas muy respetables. Deben ser los seglares quienes se enfrenten al poder terrenal, al César.
La Iglesia no debería hacer que se recordara su papel en los años de aquella España negra, aunque tenga sus motivos para discrepar de los proyectos socialistas sobre células madre, homosexualidad, educación y subvenciones al clero.
Las procesiones religiosas, con sus palios, pendones, imágenes y rezos son cosa de los curas. Las pancartas y las manifestaciones, no.
Hay religiosos armados de fe capaces de incitar a algunos fanáticos para que libren al mundo de pecadores. Todavía en los años 1970 andaba por España el padre Venancio Marcos dirigiendo a los Guerrilleros de Cristo Rey.
La fe puede cargarla el diablo: en nombre de Dios numerosos curas guerrilleros matan en Latinoamérica.
Qué recordar de algunos curas y obispos vascos que protegen sibilinamente a terroristas etarras, siniestra conducta que quizás esté pagando ahora la Iglesia: los españoles entregan cada vez menos limosnas, y es el dinero de los impuestos de todos lo que equilibra su déficit.
Renace el islamismo, mezclando política, costumbres. religión..., y terrorismo. Aparte del caso vasco, la Iglesia Católica tuvo ejércitos no precisamente celestiales hasta hace un par de siglos. Separación de iglesia-estado: lo curas, en las iglesias, y si salen de procesión, solamente religiosa.